domingo, 7 de abril de 2013

MUCHAS CULTURAS, UN SÓLO PUEBLO.

Fenicios, romanos, godos, árabes, bereberes y otras cuantas culturas más visitaron nuestras tierras y decidieron fundar colonias o incluso conquistar el territorio y anexionarlo a sus imperios. La península siempre fue un lugar codiciado por su clima, por su localización estratégica y por la fertilidad y exuberancia de sus tierras. Cuando hacemos un repaso de nuestra historia pensamos en la España romana, o en la España musulmana,... colocando una etiqueta que parece identificarnos, pero lo único que nos identifica como pueblo es la supervivencia, la simbiosis y la adaptación. Bajo mandato de romanos, godos o árabes siempre seguimos siendo el mismo pueblo y supimos integrar sus culturas en la nuestra, quedándonos con lo que, a efectos prácticos, más nos servía (teatros, baños, poesía, ciencia,...).
Así, el ser español se identifica con una apertura y una mentalidad práctica que nos lleva a importar culturalmente aquello que creemos que nos beneficia y a rechazar categóricamente lo que nos contamina. "No por el hecho de venir de fuera rechazamos lo que nos llega", se convierte en una actitud que nos ha enriquecido a lo largo de los siglos.
El pueblo español lleva existiendo milenios con unas características muy peculiares que, desde mi punto de vista, han sido una constante. Estos imperios o culturas que menciono como invasoras no representaron más que una minoría que se asentó como élite dirigente. El pueblo llano siguió siendo siempre el mismo. En la época concreta que llevo años estudiando para mis novelas, se ve claramente que los árabes se constituyen como minoría desde un principio. Paulatinamente hay conversiones al Islam por parte de los españoles cristianos visigodos, que ven que obtienen una serie de ventajas con ello (no discriminación, menos impuestos, religión que consiente más en los placeres terrenales,...). Estas conversiones se hacían normalmente bajo una relación de clientela con una familia árabe, lo que suponía en muchos casos la integración total de la familia muladí en la familia árabe de acogida. Así, el número de árabes creció cuando en realidad la sangre seguía siendo la de los visigodos, que a su vez venía de los romanos, que no eran más que íberos integrados en el imperio romano.
Por tanto, a modo de conclusión, se puede afirmar que tras muchas mutaciones adaptativas seguimos siendo el mismo pueblo, un pueblo abierto, práctico, consciente de su realidad, que sólo aspira a vivir mejor día a día.

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